Luego me fijé en tanta opresión que hay en esta vida. Vi llorar a los oprimidos, y no había quien los consolara; el poder estaba del lado de sus opresores, y no había quien los consolara.
Y consideré más felices a los que ya han muerto que a los que aún viven, aunque en mejor situación están los que aún no han nacido, los que no han visto aún la maldad que se comete en esta vida.
Vi además que tanto el afán como el éxito en la vida despiertan envidias. Y también esto es absurdo; ¡es correr tras el viento! El necio se cruza de brazos, y acaba muriéndose de hambre.
Más vale poco con tranquilidad que mucho con fatiga — ¡corriendo tras el viento!
¡Ay del que cae y no tiene quien lo levante! Si dos se acuestan juntos, entrarán en calor;
uno solo ¿cómo va a calentarse?
Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir ¡cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!
Mas vale joven pobre pero sabio que rey viejo pero necio, que ya no sabe recibir consejos. Aunque de la cárcel haya ascendido al trono, o haya nacido pobre en ese reino, en esta vida he visto que la gente apoya al joven que sucede al rey. Y aunque es incontable la gente que sigue a los reyes, muchos de los que vienen después tampoco quedan contentos con el sucesor. Y también esto es absurdo; ¡es alcanzar el viento!
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